viernes, 18 de enero de 2008

Nicolás Gómez Tornero,una figura emblemática

NICOLAS GOMEZ TORNERO: UNA FIGURA EMBLEMÁTICA
(19- 4- 02)
José S. Carrasco Molina

Aunque es evidente que quedan muchos temas de la realidad de nuestro pueblo sin descubrir, muchos aspectos sin sacar a la luz, la verdad es que cada vez se hace, al menos para mí, más complicado encontrar un tema que pueda resultar atractivo y sugerente para los que venís siguiendo estos Cursos.

Y se hace difícil porque hemos de poner en juego dos componentes de nuestra personalidad que a menudo entran en colisión: la cabeza y el corazón, o sea, las ideas y los sentimientos. Si sólo ponemos en juego aquellas, el resultado puede ser algo frío y árido; si, por el contrario, inclinamos mucho la balanza en el lado de los sentimientos, podemos resultar sensibleros o lacrimosos a nuestra audiencia. Es por ello necesario, aunque muy difícil, encontrar el equilibrio, la equidistancia, la proporción justa y adecuada de los dos componentes. Pero hay que empeñarse en ello, porque además la historia no es más que una mezcla de ambas cosas. El devenir de cada persona, de cada pueblo, de cada nación, es la sucesión de grandes o menos grandes ideas pero salpicadas con sentimientos que las hacen realidad. La Historia no es, no debe ser, por tanto, algo frío, algo alejado del palpitar del hombre, de cada hombre o mujer. ¿Es que detrás de las grandes batallas, además de tácticas o estrategias de combate, no ha habido ilusiones, esperanzas o temores? , ¿Es que, en el interior de los grandes personajes que aparecen con mayúscula en nuestros libros, no hay personas que han sentido alegrías y tristeza, amores y desengaños? .

Pues voy a intentar esta noche, con vuestra comprensión y con la ayuda de esos dos hermanos gemelos que veneramos en la Ermita, transmitiros ideas y sentimientos para llegar con mis palabras a vuestra inteligencia y a vuestro corazón.

Y me imagino que esta noche estos dos hermanos, que ya sabéis que son Cosme y Damián, me iluminarán más que otras veces, porque se trata de hablar de una persona a la que ellos deben mucho, pues le deben nada menos que la Ermita en la que les damos culto. Y esa persona es Nicolás Gómez Tornero.

Centrar la charla sobre un personaje siempre es arriesgado porque se puede caer en la lisonja excesiva o casi en la santificación. Y es algo evidente que hasta los santos que aparecen en nuestro calendario tuvieron aspectos oscuros o discutibles en su existencia. Pero se trata de sacar siempre la lección positiva que de ellos, como de cualquier persona, se puede extraer.

No es descubrir nada nuevo el afirmar que en nuestro pueblo, a lo largo de toda su historia, no ha nacido ninguno de esos personajes inmortalizados en los libros y que hacen que el nombre de un pueblo traspase fronteras. Es la nuestra una historia cuyos protagonistas han sido gentes anónimas que han hecho del trabajo su mayor actuación estelar, que han convertido el esfuerzo en su norma de vida y el sudor en el estribillo de su música diaria. Gentes sin escudos ni blasones, sin apellidos altisonantes, sin títulos nobiliarios pero con el corazón abierto y la mano tendida. Gentes que le han dado casta a esta tierra sin castillo, como diría nuestra paisana Amalia Gómez.

Entre estas gentes, no cabe duda de que la figura de NICOLÁS GOMEZ TORNERO ocupa un lugar privilegiado. Pero, antes de centrarnos en su figura, me parece conveniente enmarcar su figura en el contexto en el que vivió. Y, en este punto, creo que no es descubrir nada nuevo el afirmar que la plenitud de la actividad económica y social de Nicolás tiene lugar alrededor de los años 20, refiriéndonos con esa cifra a los años que van desde el año 1910 hasta el 1925.

Y es en esos años cuando nuestro pueblo alcanza una pujanza que no ha sido después igualada en todo el siglo XX. En ese momento se reúnen en Abarán un conjunto de individualidades que, en los diversos campos de la vida social, destacan por su gran brillantez y que, además, tienen un gran amor a su pueblo que hace que apliquen sus cualidades a la mejora de las condiciones de vida de la sociedad en la que viven. Son gentes con un gran sentido del arraigo y de la pertenencia a una cultura, a unas costumbres y a una forma de ser.

Es verdad que, para hacer la historia de una época con visos de veracidad, hay que dejar transcurrir el tiempo para que este ponga a las personas y a los acontecimientos en su sitio. A veces, la perspectiva cercana nos nubla la vista y nos hace juzgar a las personas o a los hechos con cierto apasionamiento positivo o negativo. Y entonces la historia deja de ser algo científico y riguroso para convertirse en una crónica personal más o menos caprichosa.

Pues, arriesgándome a caer en este peligro, recién terminado el siglo XX, siendo muy atrevido por mi parte, valorando en conjunto lo que ha supuesto para nuestro pueblo, analizando su devenir histórico, creo poder afirmar que ha habido dos períodos especialmente fructíferos, esos años 20 que ya he citado y los años 60. Han sido las dos décadas más florecientes de la vida de este rincón del Valle.

Os confieso que, en estos últimos días, le he estado dando muchas vueltas a este punto y he pensado que hubiera sido un buen tema para la charla esta comparación de los dos momentos en Abarán. Pero creo que una breve comparación es pertinente en esta charla que lleva como título la figura de un hombre que vivió en los años 20 y que, en los años 60, aunque ya fallecido, se siguió notando su obra y su influencia.

En esta comparación de las dos décadas, aunque no he tenido tiempo de profundizar, observo que hay en bastantes campos de la vida social personajes destacados que guardan, generalmente por su inteligencia o capacidad, un cierto paralelismo. Observo, igualmente que hay ciertos hechos aglutinadores que vienen a despertar algo que en otros momentos está dormido o en estado casi vegetativo: el orgullo de ser de Abarán.

Centrándonos en los personajes de ambos períodos, si enfocamos el catalejo de la historia a los años 20, observamos como gentes distinguidas en los diferentes campos a D. Nicolás Gómez, en el mundo de la economía con base agrícola, y a D. José Templado en el campo del papel y la madera; a D. José Yelo de Valentino como figura política de primer orden; a D. David Templado en el mundo de la cultura, en su caso, musical; a los hermanos García Candel y D. Antonio Yelo Marín en la enseñanza; a D. Jesús Templado y el Doctor Molina en la medicina; y en el ámbito religioso, a una figura muy especial y ejemplo de auténtica pobreza evangélica, D. Juan Belmonte Castaño. Son todas figuras de primer orden dentro del contexto de un pueblo y constituyen el motor de Abarán porque, como hemos apuntado antes, ponen su valía al servicio de la sociedad en la que viven.
Cualquiera de ellos, hubiera podido conseguir metas muy altas más allá de la Garita, y muchos tuvieron en su mano el hacerlo, pero renunciaron a ello y supieron realizarse plenamente en el pueblo de sus amores. Pero, junto a las individualidades, se hace preciso destacar la importancia del asociacionismo, centrado especialmente en dos entidades: la Cámara Agrícola, situada en el actual Casino y que llegó a tener una Caja de Ahorros, y la Gran Peña en la Plaza Vieja, en lo que después fue Acción Católica y hoy, un moderno pub. Además, en estos años hay un hecho clave que sirve para aglutinar a la sociedad abaranera, a unirla como pocas veces ha estado en nuestra historia (¡quién iba a decir que, pocos años después, se iba a dividir tan trágicamente!), y ese hecho es la instalación del Motor Resurrección, motor de agua y de riqueza, de riego y de esperanza. Os he de confesar que, si se pudiera elegir la fecha en la que uno ha de nacer, yo hubiera elegido los años 20 y eso es algo que siempre he dicho. Pero esa imposibilidad material de disfrutar de aquellos momentos y gentes, he procurado suplirla con el conocimiento y la imaginación. Y así he profundizado en algunos de sus personajes y me he visto sentado en un pupitre oyendo recitar la Canción del pirata a Don Jesús el Inspector; y he oído los sones de “Davisín” a la banda dirigida por el Maestro David; y he escuchado en la iglesia los enfervorizados sermones de D. Juan Belmonte atacando la pintura en los labios de las mujeres como obra del demonio; y he paseado en la Ermita acompañando a Nicolás contando cosas de su apasionante vida. Son personajes a los que no he visto, pero sí he visto; no he conocido pero sí he conocido.

Y, tras este repaso muy somero por los años 20, damos el salto a los sesenta, el otro momento, al menos para mí, brillante en el desenvolvimiento de la vida de este pueblo. Si echamos la mirada sobre las figuras sobresalientes de esta época, aún con el riesgo que entraña, como hemos dicho, el estar hablando de una época cercana en el tiempo, observamos en el ámbito de la política, la figura de José Ruiz Gómez, cuya actuación habrá que enjuiciarla adecuadamente cuando transcurra más tiempo; en el ámbito de la enseñanza, la figura sencilla pero de gran formación de D. José García Lucas; en el mundo de la cultura, la importante contribución de D. Pedro García Carrillo; en la medicina, D. Bernardo Guillamón y D. Victorio Yelo atraen enfermos de todos los pueblos de alrededor; en la economía, el auge de la exportación de fruta en fresco tras la decadencia de las fábricas de conservas está protagonizado por personas que nacen de la nada, como Carmelo Morte y algunos otros; en la religión, otro Don Juan, Don Juan Sáez, hoy camino de la beatificación, también con un gran sentido de la pobreza aunque con un carácter muy diferente al anterior. Y, si buscamos, como hemos hecho en los años 20, otro acontecimiento aglutinador de primer orden, que mueve y hace vibrar a todo un pueblo y que le da fuera de aquí tanto nombre y fama como la exportación, ese hecho es de carácter deportivo y es el ascenso del Club Deportivo Abarán a Segunda División, ascenso por cierto, que fue revivido en una de las noches más entrañables que han tenido estos cinco Cursos. Sin embargo, a pesar de las concomitancias que hemos encontrado, hay una diferencia importante y es que en los años 60 surgen individualidades, pero no hay prácticamente ningún grupo o asociación como en los años 20 que sirva de dinamizador social de este pueblo. Ello es tal vez una de las causas de que, una vez que la actividad de estas individualidades, también muy notables, decae por la edad o por otras causas, el pueblo se resiente en todas las parcelas de su vida.

El personaje que da título a esta charla no disfrutó de ese bienestar y alegría de los 60, pues falleció en el 51, pero sí protagonizó de manera decisiva la vida de Abarán en los años 20. Según mi criterio, la figura de Nicolás Gómez es, quizás, la figura más emblemática del siglo XX en nuestro pueblo, porque su mano se deja notar (aunque siempre de forma muy callada) en todos los grandes retos del Abarán de entonces. Es imposible saber cómo se hubiera desenvuelto nuestro pueblo sin su influencia, pero quizás podemos afirmar que hubiera sufrido un retraso considerable en muchos ámbitos de su vida. Es por ello por lo que me parece de justicia dedicarle un hueco en este repaso de nuestra historia que son los Cursos que organizamos, al igual que hemos hecho con la impresionante labor fotográfica de Enrique Templado que hemos expuesto.
Porque es de justicia reconocer que en nuestro pueblo no hemos sido muy agradecidos con los que nos han precedido y hemos tardado mucho tiempo en dedicarle, por ejemplo, a algunos una calle, como a nuestro personaje de hoy y además, cuando ya no pueden gozar de este agradecimiento en vida. Una de las cosas que creo que hemos conseguido con estos Cursos es paliar en parte esta situación y hemos traído a la palestra el nombre y la obra de muchas gentes que se lo merecían.

A este respecto, viene bien traer ahora a colación, las palabras que aprueba el Ayuntamiento Pleno de Abarán, el día 15 de Julio de 1930, cuando se le dedica el Parque a la memoria de Valentino:
“Ya que en su vida no tuvo la satisfacción de recibir el público testimonio de reconocimiento que su conducta ejemplar y patriótica mereció, rindamos nosotros ahora un tributo de merecida justicia, cuya norma generosa sirva de ruta y estímulo a las generaciones futuras”.

Si comenzamos por los datos biográficos, diremos que, según consta en el Libro de Bautismos de nuestro Archivo Parroquial el día 24 de Diciembre, es decir, el día de Nochebuena del año 1867, el coadjutor de la Parroquia D. Gregorio Molina, puso de nombre Nicolás Gregorio a un niño nacido el día anterior, hijo de José Gómez y Joaquina Tornero, siendo los padrinos José e Isabel Tornero, tíos del pequeño.

Si le seguimos los pasos en el Archivo, descubrimos que contrajo matrimonio el día 15 de Noviembre del 91 con Piedad Gómez Gómez; ambos aparecen como propietarios y ella tenía 25 años, uno más que él, siendo, como sabéis los mayores, hermana de un cura abaranero muy típico, Don Anselmo Gómez. Para poder llevar a cabo este matrimonio, según reza la partida del Libro quinto de Desposorios, tuvieron que obtener la bula de dispensa de su Santidad el Papa León XIII, por ser parientes en cuarto grado de consanguinidad. De ese matrimonio, domiciliado en la Calle Canóvas, después Queipo de Llano y ahora doctor Molina, en su número 5, nacen cuatro hijos: Claudia, Piedad, Desideria y Eugenio.

La tercera inscripción es la de su muerte, ocurrida el 11 de enero de 1951 a las dos de la tarde, a consecuencia de una bronconeumonía, siendo enterrado al día siguiente, habiendo otorgado testamento el 2 de octubre de 1933 ante el notario de Murcia D. Rafael de Lara.

Pero, más que los fríos datos biográficos, nos importan los rasgos vitales. Y para darlos a conocer, he consultado los libros de actas del Ayuntamiento, otras publicaciones y a algunas personas como Carrascás, José María Villalba, María Luisa de Gálvez, Don Pedro, Enrique de la Luz. Y el testimonio de todos y, en general, de todo el pueblo es unánime: NICOLÁS ERA UNA PERSONA ESPECIAL.

Y es verdad. Era especial porque en él se dieron una serie de cualidades que, al menos según mi opinión, ya no se han vuelto a dar juntas en esa medida en nuestro pueblo. Y esas cualidades, yo las resumiría así: Nicolás era un hombre con gran visión empresarial y, al mismo tiempo, con una gran sensibilidad social y esta en dos aspectos: en el ámbito laboral , es decir, dentro de su empresa; y en el ámbito municipal, o sea, en el contexto de su pueblo.



Centrándonos primero en su capacidad o visión empresarial, nuestro personaje, como no podía ser menos, centra su actividad en la agricultura. Comienza llevando la fruta en carros a Madrid, donde la recibía el tío Pintao, que era asentador en la capital. El viaje solía durar entre 5 y siete días y aún así los géneros llegaba en buenas condiciones, pues no hay que olvidar que su cultivo era totalmente natural, pues todavía no se había extendido el uso de abonos inorgánicos. Naturalmente, ello ayudaba a que fueran más resistentes y pudieran aguantar aquellos lentos transportes de nuestros antepasados. También tenían un sabor infinitamente superior a los frutos que se cosechan ahora.

Nos imaginamos a nuestro personaje bajo el terrible sol de la Mancha, haciendo esos viajes que se le harían interminables, deseando llegar en el viaje de ida al Mercado de la Cebada y, una vez realizada la descarga y la venta, volver otra vez, ahora a una mayor velocidad, soñando con volver a entrar por el Portichuelo. Pero Nicolás era joven y, aunque en aquellos viajes le vendrían muchos sueños y proyectos a la cabeza, seguro que a sus veinte años, no podría nunca imaginar que llegaría a amasar una de las fortunas más importantes de España. Pero su esfuerzo, su tesón, sus sudores, mezclados en la dosis justa con una fina inteligencia lo hicieron posible.

Hacia 1907, instalada en Abarán la empresa conservera francesa Champagne Frères Limited, que en nuestro pueblo siempre han sido conocidos como “Los Champanes”, fábrica situada en el actual edificio de Los Mortes y que sirve de fondo a la foto del cartel de este Curso, Nicolás entra de encargado, quedando desde el principio los gerentes, varios hermanos, muy satisfechos del trabajo de Nicolás. En una ocasión, le encargaron que fuera a comprar ciruelas al Norte y que el precio rondase las cuatro pesetas la arroba. El compró casi toda la ciruela y le salió tan barata (a poco más de dos pesetas, que la empresa ganó una fortuna. Los hermanos Champagne, agradecidos, le dieron una gratificación de 18.000 duros, cantidad que le sirvió para construir su propia fábrica de conservas junto al Teatro Cervantes. El 19 de enero de 1912, el Ayuntamiento, presidido por D. Antonio Castaño, vista la solicitud de licencia presentada por D. Nicolás Gómez Tornero, para establecer una fábrica de conservas de frutas en la calle Real (actual David Templado) en un solar de su propiedad, utilizando también otro almacén de su propiedad inmediato a dicho solar, acuerda darle el visto bueno “considerando que el establecimiento que se promete instalar el sr. Gómez Tornero no es peligroso, insalubre ni incómodo y sí puramente industrial, y, por tanto, no ha de proporcionar molestias a los vecinos, máxime cuando el terreno donde se va a instalar la fábrica se encuentra casi aislado de viviendas”. Es un dato este último muy significativo, pues nos da a entender que en esos años, toda la zona alrededor del Teatro Cervantes, estaba casi despoblada. Hoy de esa fábrica ya que queda nada, pues ha dado paso a un moderno edificio en cuyo solar han quedado enterrados recuerdos y vivencias para llenar varios libros. La almacén de Nicolas, con esa “N” como marca que ha llevado el nombre de nuestro pueblo por doquier, era algo más que un lugar de producción, era todo un símbolo de nuestro pueblo. Su chimenea, su sirena, sus calderas, han sido un marco de convivencia fructífera y entrañable.
Nicolás, establecido por su cuenta, no rompe totalmente su relación con “los Champanes” sino que, a petición de ellos, sigue comprando fruta para ellos a comisión.
Pero la gran oportunidad de nuestro personaje llega con la Primera Guerra Mundial. Los envíos de fruta a los mercados europeos, en especial a Inglaterra, eran escasos y muy problemática su llegada a destino. El Atlántico se hallaba plagado de submarinos alemanes y los torpedeamientos estaban a la orden del día.
Nicolás, con aquella clara visión que tenía de los negocios, en colaboración con otros exportadores como Antonio Gómez, personaje al que merece la pena ir descubriendo, creó en Cartagena la Fletadora Murciana, empresa consignataria de buques. (Por cierto que me contaba Constantino Molina, de la imprenta, que un exportador de Abarán enviaba las cartas a esta empresa dirigiéndolas a la Señora Doña Fletadora Murciana). Gestionaron en Madrid y consiguieron que todos los buques españoles o extranjeros que tocaban Cartagena para cargar mineral, debían tomar un diez por ciento de su peso en frutas españolas. De estos buques que despachaba la Fletadora, unos llegaban a destino y otros desaparecían tragados por el mar. Pero los que llegaban a puerto ofrecían grandes beneficios, más que suficientes para cubrir las pérdidas de los que se perdían. Cuando en noviembre de 1918 se firmó el armisticio, en un vagón de ferrocarril en Compiegne, Nicolás había acumulado ya una fortuna considerable.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta fortuna que ya estaba prácticamente hecha en 1922, no se basó sólo en la exportación de fruta en fresco o las conservas, sino que Nicolás diversificó sus actividades y supo invertir en otros campos como la bolsa, el mundo inmobiliario, fábrica de electricidad, etcétera, demostrando siempre una gran visión de futuro. Haciendo referencia al ámbito inmobiliario, tanto en Murcia, como en la capital de España, supo comprar en lugares que se han ido revalorizando de una manera pasmosa.
Tenía algunas normas que no quebrantaba y una de ellas era el no hacer sociedad con nadie, y parece ser que nada menos que Juan March, le ofreció ser su socio, pero Nicolás se negó. Igualmente se le ofreció comprar el Hotel Palace, que era su casa en Madrid, pero no quiso. Sus estancias en el Palace han estado siempre rodeadas de un cierto aire legendario, pero lo que sí es cierto es que todos los empleados del hotel disputaban por atenderlo.
Otra de las normas que tenía, especialmente en lo inmobiliario, era no vender nada. Me cuenta Villalba que, en una ocasión, fue a comprarle un terreno de oliveras en el Portichuelo, hoy la Garita, un antepasado mío, que trabajaba con él haciéndole las obras de albañilería. Nicolás, que lo apreciaba, ante la insistencia, le dijo:
- No te lo vendo, pero si quieres las oliveras, son tuyas.
Lo cierto y verdad es que tenía un olfato finísimo para los negocios, y era muy difícil engañarlo. Me cuenta Carrascás que, a poco de comenzar a trabajar con él, cosa que ocurrió en el 42, le manda a tasar unas mandarinas. El le dice que nunca había tasado y Nicolás le responde que no importa. Llega a la huerta y se encuantra con el tasador que ya las había tasado y le había dicho a Nicolás la tasación. El tasador le dice a Carrascás que no se preocupe y le dice la cantidad de kilos que debe decirle a su jefe para acertar aún más que él. Y, cuando le comunica a Nicolás su cálculo, este le dice:
- Te has aproximado
Y no le comenta nada más. Pero, al poco tiempo, le oyó comentar a Nicolás:
- Una vez mandé a tasar mandarinas a uno y me dio la tasación mejor que el corredor pero yo tengo la idea de que iba advertido.
Carrascás se dio cuenta de que su jefe, sin decirle nada, había sospechado de su acierto. Y es que, nos dice, no se le escapaba una.

A esa gran inteligencia para los negocios hay que añadir un rasgo fundamental, su formalidad, el cumplimiento de la palabra. Es verdad que no poseía una gran cultura, pues no tuvo de pequeño muchos medios para ello, pero lo suplió con su extraordinaria agudeza. Me contaba D. Pedro una anécdota y es que una vez alguien que le vio firmar a él le dijo:
- Tú nunca tendrás dinero, porque firmas muy rápido, ¿no ves cómo firma Nicolás
Y es que parece ser que nuestro personaje tardaba media hora en firmar.


Tras este esbozo de su actividad empresarial, pasamos a desarrollar su otra gran característica, su sensibilidad social, que le precisaremos en dos niveles: en el ámbito laboral y en el municipal.

En relación con el mundo laboral, es decir, en las relaciones con sus trabajadores, la opinión de todos los que le conocieron es muy positiva. Me ha llamado la atención el que los que trabajaban con él no hablan de que trabajaban en la empresa de Nicolás sino en la “casa”. No fue en Nicolás incompatible el beneficio económico con la atención y protección a sus empleados.
Es verdad que se preocupaba por sacar el máximo rendimiento a sus productos, pero, junto a ello, su gran obsesión era que no les faltara trabajo a sus obreros.
Es muy conocida una anécdota que tiene varias versiones pero cuyo fondo es siempre el mismo: la preocupación por sus empleados.
En una ocasión, llega al almacén y se encuentra con que no están trabajando, siendo la época de las naranjas. Le pregunta a uno de los escribientes y este le dice que han parado porque se está perdiendo dinero. Nicolás pregunta que cuánto se pierde por caja.
- Unas tres pesetas – le responde
- ¿Cuántas cajas se hacen al día?- le espeta Nicolás
- Unas cien cajas
- ¿Y cuántos días quedan de faena?
- Quince días aproximadamente- dice el escribiente
- Quince días por trescientas pesetas son 4.500 pesetas. ¿Y por 4.500 pesetas se están quedando sin jornal tantas familias? Avisa a la gente y mañana a trabajar.

Ý es que Nicolás trabajaba a veces sabiendo con seguridad que iba a perder, pero se resistía a tener a sus obreros sin el salario. En una ocasión, haciendo granadas, le dijo a una de las empleadas.
- ¿Ves el puro que me estoy fumando? Pues no ganaré con esto para poder pagarlo.

En la víspera de Nochebuena, acostumbraba a dar un duro de plata a cada uno de sus obreros. En una ocasión, cuando volvió de Madrid, pues él pasaba gran parte del año en la capital, uno de los escribientes le dice que le había ahorrado muchos duros ese año. Nicolás le pregunta que cómo había sido y este le dice que no había repartido ese duro a los empleados. Nicolás se lo recrimina y le manda llevarle a cada uno casa por casa el duro.

Por último, no podemos dejar de hacer referencia a la gran cantidad de personas que a él le deben el poder disfrutar de un subsidio en su vejez. Yo siempre había oído que mucha gente había podido cobrar sólo por haber trabajado un día en “ca” Nicolás antes de la guerra. Era algo que me extrañaba pero ya Villalba me lo explicó y es que el día 1 de septiembre de 1939 sale una ley que dice que todo aquel que tenga una sola cotización antes de esa fecha, cotizaciones que se enmarcaban en lo que se vino llamando el Retiro Obrero, invención de Primo de Rivera, tenía derecho al subsidio de la vejez. Y, como en esa empresa se cotizó por todo aquel que trabajó aunque fuera un solo día, muchos abaraneros, especialmente abaraneras, vieron las puertas abiertas cuando apareció ese cartón que atestiguaba su trabajo en la empresa. Esta es una de las grandes obras de Nicolás, tan importante como las obras materiales que se realizaron a sus expensas. A esto sí que se le puede llamar sensibilidad y justicia social.

Pero su generosidad traspasaba el ámbito de su empresa y alcanzaba a cualquier necesitado. Y cruzarse con Nicolás era saber que tu necesidad iba a ser aliviada. Me dice Villalba que muchas veces, cuando Nicolás venía de Murcia, se bajaba del coche en la Garita para bajar dando dinero a los pobres que se encontrase. También es muy conocida y con varias versiones una anécdota muy ilustrativa en este sentido. Una de estas versiones dice que acostumbraban a esperarlo cerca de su casa unos pobres para hacerse encontradizos con él. Nicolás siempre los atendía. Un día una persona próxima a él le recriminó que por qué le daba tanto si ya les había hecho el asilo; este los llamó y les dobló lo que les dio en un principio, y, como siguieran reprochándoselo, dijo:
- Si sigues así, les doy hasta la Central.

Otra anécdota curiosa recoge la escena de Nicolás paseando por su calle. Como ya en los últimos años de su vida, perdió la vista, necesitaba a alguien que lo guiara. Y él iba andando por la acera. Pero, como los viernes era día de mercado, esta se veía, a veces, interceptada por algunos productos de los puestos de venta. El se empeñaba en pasar aunque rompiera algo. Y, una vez realizado su paseo, mandaba que los vendedores pasaran a cobrar la mercancía rota. Estos se encontraban con la sorpresa de que les pagaba mucho más de lo que valía la mercancía estropeada.

Era, pues, Nicolás un hombre muy generoso, pero con una generosidad elegante, sin ostentación, y todas las obras benéficas que hizo las conocemos por otros, pero nunca por él ni por su familia, pues esta ha sido siempre muy discreta y nunca ha hecho bandera ni exhibición de las virtudes de su antepasado. La discreción ha sido y sigue siendo norma de “la casa”.


En el último apartado de esta charla, vamos a tratar sobre la sensibilidad social de Nicolás en el ámbito municipal, es decir, las obras que contribuyeron al desarrollo o mejora de nuestro municipio en todos los sentidos. Y se pueden establecer cuatro apartados: el alumbrado, la red de agua y alcantarillado, el Asilo y la Ermita.

En relación con el alumbrado, en nuestro pueblo el día uno de diciembre de 1896, siendo alcalde Domingo Gómez del Seco, se inaugura el servicio de alumbrado público eléctrico. José David Molina, en un artículo publicado en La Noria, lo define como “un alumbrado rudimentario cuyas luces habían de ser encendidas una a una al atardecer, mediante una pértiga que el encargado había cambiado por las escaleras de los faroles. Lámparas de 16 bujías que apenas aportarían lúmenes suficientes como para no tropezar con las aceras recién construidas. En 1900 el alumbrado llega a la Calle Colón, entonces camino de Templado, y al Portichuelo, en la entrada del pueblo”.
El servicio se contrató con D. Juan Marín Marín de Cieza, que tenía una máquina en el Menjú, por un plazo de doce años. Con el paso del tiempo, las necesidades de la población son mayores y de vez en cuando aparecen en los libros de actas capitulares quejas del municipio por deficiencias en el servicio.
Como ejemplo de ello, el dos de febrero de 1912, el entonces concejal Valentino llama la atención sobre, cito literalmente, “la escasez de fluido que se suministra para el alumbrado público resplandeciendo este en la actualidad mucho menos que cuando el servicio se realizaba con petróleo y con la mayor economía. El Ayuntamiento, como medida provisional, acordó que el señor alcalde se dirija al gerente de La Eléctrica del Segura, con la que se halla contratado dicho servicio, interesándole la reposición general de las lámparas modernas y el suministro de mayor cantidad de fluido”.
Las deficiencias, sin embargo, continuaban y el Ayuntamiento, como apunta nuestro compañero José David en el artículo antes citado, estudia la posibilidad de municipalizar el servicio, para lo cual se compraría el molino de las Pilas en el Parque, transformándolo en central eléctrica. Pero entra en escena Nicolás y el Ayuntamiento abandona ese proyecto. Nuestro personaje construye la Central y en 1923 se le adjudica el servicio del alumbrado. Con fecha 3 de noviembre, cumpliendo el encargo que se les confirió en la sesión de 27 de agosto último, los señores alcalde y síndico, presentaron el pliego de condiciones bajo las cuales puede contratarse con D. Nicolás Gómez Tornero el servicio de alumbrado público durante el plazo de doce años y por cuatro mil pesetas cada anualidad. El 10 de diciembre se reduce el plazo a cinco años. Y el 27 de diciembre de 1929 se eleva la cantidad a 6.000 pesetas por haberse instalado varias luces en diferentes sitios de los ensanches o extramuros de la población. Precisamente Nicolás, que era del Partido Liberal, alega este motivo de estar directamente interesado en la contrata de la luz para no aceptar el cargo de concejal en 1930, siendo alcalde José Templado Sánchez, “Pepe Juan”
“La Eléctrica de Abarán” se mantiene hasta 1971, en que la empresa suministradora fue Hidroeléctrica Española.

Fueron, por tanto, casi cincuenta años de prestar al pueblo este imprescindible servicio y en el tiempo en que vivió Nicolás, y también después, nunca se le cortó el fluido eléctrico a ninguna persona que no tuviera medios para poder pagar. No concebía, por tanto, Nicolás esto sólo como un negocio buscando el beneficio económico, sino también como un medio para poner a prueba la solidaridad con los más desfavorecidos y como un medio de desarrollo de su pueblo.

Por cierto que, en torno a la construcción de la Central, se cuenta una anécdota que parece ser que no fue cierta. El proyecto era, como se puede suponer, muy importante y costoso en aquel tiempo. Superaba los dos millones de pesetas y se encargó de realizarlo una empresa belga, que desplazó hasta nuestro pueblo un equipo técnico para el estudio y posterior realización.

Estos hombres, conscientes de la importancia de la obra, dudaron en algunos momentos de las posibilidades económicas de Nicolás para poder hacer frente a la obra. Y nuestro personaje, sin inmutarse, los invitó a entrar a su casa de Abarán. Allí les abrió la tapa de un arca antigua y estaba abarrotada de lingotes de oro.

AGUA Y ALCANTARILLADO

ASILO
La tercera gran obra de dimensión municipal que realiza es la construcción del Asilo, hoy Residencia Santa Teresa.
La historia del Asilo venía de largo y además mezclada con bastante polémica.
En dos periódicos locales de principios de siglo y de tendencia muy diferente, “En Marcha” y “Gente Alegre” hemos encontrado en Mayo de 1909 referencias a este tema. Parece ser que, a finales de abril, ,
se convocó una reunión en la Cámara Agrícola para tratar sobre la construcción del Asilo, que el cura quería llevar a cabo utilizando el solar lateral de la Ermita. Se trataba de uno de los curas más polémicos que ha habido en nuestro pueblo, el cura Candel, que quiso poner algunas cosas en su sitio,
Esto contaba, por lo que leemos, con muy pocos apoyos. Y, en el periódico “En Marcha” leemos lo siguiente el 2 de mayo de 1909:
“A cualquiera de le alcanza que aquí esa idea es absolutamente innecesaria (...). aquí todos el mundo hasta que la extremada vejez y los achaques se lo impiden, se gana la vida con su trabajo, aunque sea en la fabricación de esparto que bien poco esfuerzo necessita, de modo que sólo verdaderamente pueden haber por término medio, tres o cuatro pobres de solemnidad.”
El periódico, profundamente anticlerical, sigue afirmando que sólo serviría para mantener a las cuatro o cinco hermanitas “que desempeñarían o aparentarían desempeñar sus funciones, pues ni habría pobres ni con qué mantenerlos, y los gastos de su manutención serían una merma para los pobres de la localidad”
En ese mismo número el Director le envía al cura una carta abierta en la que, entre otras cosas, le dice:
“Está usted equivocado; ya hace tiempo conoce mis ideas con respecto a la religión y, por tanto, no debía extrañarle que, bajo mi responsabilidad, publique cuanto concierne a combatir la construcción de dicho establecimiento, por saber de sobra que no tiene otro objeto que traer dos, cuatro o seis monjitas, para dedicarse a la enseñanza de niñas (que nunca serían las mías) y, de este modo, inculcarles las ideas religiosas que no sirben más que para fanatizar y embrutecer los cerebros”.
En el periódico “Gente Alegre” se afirma lo siguiente sobre el tema:
“En el paseo de la Ermita se ha empezado la construcción de un asilo, después de organizada por el sr. Cura una Junta a su capricho(...). Después empezó por comenzar los trabajos en el sitio arriba indicado y demostraremos que es una falta de razón. En primer lugar, porque se carece por completo del agua y, en un asilo hospital, nos parece que es algo más que necesario para el aseo e higiene del mismo. Después, el edificar en tal sitio es una falta de caridad. ¿Qué dirán los inválidos, los menesterosos, los abandonados de la fortuna, cuando vean recorrer aquellos sitios a los que sienten ganas de divertirse, al reverso de la medalla, digámoslo así?. ¿No es eso ponerles de manifiesto a los asilados su miseria? Pero y cuando haya enfermos de gravedad y la banda de música deje escapar sus notas para el recreo de los demás, ¿no es eso una inhumanidad, además de que, en algunos casos, es necesario un silencio absoluto cerca del enfermo? ¿es que se quiere suprimir el paseo?”

Hay que tener en cuenta que ya en este tiempo la Ermita empieza a alcanzar ya ese protagonismo lúdico que la caracteriza, especialmente a partir de 1901 cuando se instala la feria allí por vez primera. A casi cien años vista, desde luego, con permiso del cura
Candel, nos parece la que Ermita no era el lugar más adecuado. Menos mal que nunca se llegó a hacer realidad su plan.
Pero el tema del Asilo no termina aquí.

En 1914, siendo ya alcalde Valentino, sensible siempre con los más desfavorecidos, con poco más de un mes en el cargo, propone comprar una casa sita en la calle Iglesia, número 9, junto a la Parroquia por el atrio, por el precio de 2.500 pesetas para crear un Asilo. Se compra esta casa y empieza a funcionar lo que se llamaría “El Refugio de los Pobres”. El 15 de marzo de 1924 se lee en la sesión plenaria :
“Expuso el Teniente Alcalde sr. Montiel que la casa número 9 de la calle Iglesia, titulada El Refugio de los Pobres, donde se albergan los que son de solemnidad, ancianos impedidos que carecen de vivienda y cuyo edificio es del municipio, se encuentra ruinoso y por tanto inútil por completo para el servicio a que se destina, pues en los días de lluvias abundantes los pobrecitos que lo habitan se ven precisados a desalojarlo y albergarse en las casas de los vecinos inmediatos, y en virtud a que con el valor de dicho edificio y los donativos que hicieran las clases acomodadas de la localidad, podría construirse una casa en condiciones higiénicas para destinarla al servicio benéfico, propone que se enajene la referida casa número 9 de la casa de la Iglesia”.
El Ayuntamiento acuerda que se comience el expediente para la enajenación.

Al año siguiente, en la sesión celebrada en 30 de septiembre, se estudia la cesión gratuita hecha por D. Antonio Arias Mascaraque de unos terrenos que tiene en el Barrio Levante para la construcción de una casa –asilo de pobres y ancianos o niños desvalidos. El Ayuntamiento acepta la donación y se faculta al alcalde, D. José Templado Tornero, para que haga la escritura.
Evidentemente este proyecto no se llevó a efecto. Pero la necesidad seguía y en 1933 el Ayuntamiento decidió realizar una suscripción pública para conseguir fondos para ese fin. Las cantidades recaudadas fueron tan exiguas que el proyecto se estancó y amenazaba con arrinconarse en el olvido.

Surgió entonces la iniciativa de un maestro de escuela, D. Antonio García Candel que presentó un proyecto y solicitud para construirlo a sus expensas. Estaba claro que este hombre tenía detrás a Nicolás. Una vez aceptado por el Ayuntamiento el ofrecimiento, depositó Don Nicolás el importe de las obras en una cuenta corriente abierta a nombre del Sr. García Candel por la cantidad presupuestada. Y el Asilo se construye y se inaugura el 1 de marzo de 1935, siendo regentado por las monjas Carmelitas, a cuya cabeza estaba la Madre Teresa y que tenía entre sus monjas a una mujer que dejó huella profunda en el pueblo, la Hermana Victoria Carretero. Estas monjas forman parte del paisaje de nuestro pueblo hasta 1994, fecha en la que las últimas hermanas dejan la Casa con destino a Orihuela. En todo ese tiempo ancianos, pobres e impedidos fueron tratados, y siguen siéndolo, son todo cuidado y cariño. Pues en la raíz y base de esa obra está Nicolás Gómez.

ERMITA
Y la cuarta gran obra de proyección social en nuestro pueblo es la Ermita de los Santos Médicos. Pero, justo es también citar, también dentro del ámbito religioso, la reconstrucción de la torre de la Parroquia, tras su destrucción en la Guerra Civil, también a expensas del bolsillo de nuestro personaje.
Pero, ciñéndonos a la Ermita, no cabe duda de que se ha convertido con el paso del tiempo en el mejor símbolo y emblema de Abarán. Es nuestro edificio más singular y conocido. Es una de nuestras mejores señas de identidad. Pues también detrás de ella está la figura de Nicolás.

El, con su figura esculpida en bronce por las manos de José Planes, la contempla frente a frente y es el testigo mudo de todos los avatares que se suceden en torno a ella. El ve cada año salir los Santos en procesión, en esa procesión que nunca quiso perderse, pues, aunque pasaba los veranos fuera del pueblo, siempre volvía para el 26 de septiembre. El oye su campana, esa campana cuyo sonido llama a la fiesta y nos enlaza con todos los que han vivido en este rincón del Valle.

Es un hecho conocido que la anterior Ermita, que databa de 1839 y que ya era la segunda construida en ese paraje desde el siglo XVI, fue destruida durante la Guerra Civil. Ese edificio no se encontraba en muy buenas condiciones y, en la sesión plenaria de 27 de diciembre de 1929 el Ayuntamiento, después de la visita que gira el Arquitecto Provincial, D. Pedro Cerdán, acuerda, cito literalmente, “que se suspenda la celebración de la Santa Misa y demás actos del culto religioso en el expresado edificio y que con el profundo sentimiento del Concejo se comunique así al Reverendo sr. Cura Párroco con el fin primordial de que cese el estado de alarma que ha cundido entre los fieles de la Parroquia de su digno cargo”.

Suponemos que se harían algunas reparaciones de urgencia para mantenerla más o menos decente, hasta que fue destruida en la Guerra. Los Santos Médicos, a los que tanta devoción sentía Nicolás, vueltos al pueblo tras ser restaurados en Murcia, han perdido su casa y quedan en la Parroquia. Nicolás no podía quedar insensible a esta situación y en 1950 comienzan las obras de una nueva Ermita, Ermita que no era para salir del paso, sino proyectada con gran ambición. Seguramente a Nicolás le movió para hacerla, además de esa devoción a los santos, el hecho de que su padre también colaborara en las obras de la antigua. Así lo recoge Guillermo de Caniquí en su libro Eminencias Ocultas, en un poema en el que le pide a Cosme y Damián un milagro, que Nicolás recupere la vista: Dice así, dirigiéndose a los Patronos:
Sois los doctores benditos,
que animáis en la desgracia
sin medicina ninguna,
que es de vosotros la gracia.
Los jefes sois en la villa
que en procesiones llevamos
con amor sublime y bello,
y, además, porque os amamos.
Por eso el año cincuenta
una ermitita os hicieron,
y el año ochenta y cinco
la agrandaron y la enlucieron.
Y José Gómez “Coquino”,
hombre de gran devoción,
donó ochenta y cuatro reales
para hacer un paredón.
Vino después el hundimiento,
como se sabe y se dijo,
y gasta más de un millón
en hacer otra nueva el hijo.
Por eso, a los santos buenos
pido un milagro le hiciera
que, inaugurando la iglesia,
la vista al hombre volviera.
Pues siendo su fe tan grande
por San Cosme Y San Damián
que a su fiesta no ha faltado,
ni una vez en Abarán.

1 comentario:

aritoran dijo...

Hola José, me llamo Antonio Arias y encontré su blog buscando en internet acerca de mi abuelo paterno, Antonio Arias Mascaraque que residía en Abarán. Me gustaría contactar con ud. al efecto de recabar su ayuda o indicaciones, para construir una genealogía sobre mi familia.
Mi correo es ariasantonio@telefonica.net y sin más le mando un saludo cordial