viernes, 18 de enero de 2008

Ricote en el Quijote



EL NOMBRE DE RICOTE EN EL QUIJOTE
Este año 2005 es (o debería ser) un año muy especial para el Valle de Ricote, una comarca de nuestra región tan sugerente como desconocida. Y es que se celebra el V Centenario de la creación “oficial” de las Parroquias del Valle merced a una bula del papa Julio II. Es una conmemoración que está haciendo muy poco ruido porque el peso específico del Valle en la Región es mucho menor del que le corresponde. La conmemoración que sí está llenando la vida sociocultural de España es el cuarto centenario de la primera edición del Quijote.
Y esa obra, la novela de las novelas, viene a inmortalizar, precisamente el nombre de este Valle, pues en ella, entre sus muchos personajes, aparece uno al que el genio cervantino bautiza con el nombre de RICOTE.
¿Qué es lo que motiva al autor de Alcalá de Henares a llamar así a uno de los personajes de mayor calado del Quijote? Sin duda, la explicación hay que buscarla en un hecho histórico importantísimo en la historia de España y, en especial, en la de este Valle: la expulsión de los moriscos. Porque el personaje cervantino era un morisco y el nombre de este Valle, si por algo aparece en los libros de historia, es porque de aquí salieron los últimos moriscos de España, ya en 1614, pues, debido a su arraigo y a sus costumbres, ya parecía que habían abrazado sinceramente la fe cristiana y desde los poderes políticos y religiosos muchos no veían bien esta expulsión.
Este hecho, unido a la existencia en la villa de Esquivias, patria de la mujer de Cervantes, de algunos moriscos procedentes de Granada de apellido Ricote, determinó al autor a bautizar al morisco con este nombre.
Pero, ¿cómo dibuja Cervantes a este morisco? ¿podemos extraer de ello conclusiones fidedignas sobre la opinión cervantina sobre este hecho tan controvertido en su momento?
Ricote aparece en el cap. 54 de la segunda parte y llega disfrazado junto a un grupo de peregrinos-limosneros que vienen de Alemania. Se encuentra con Sancho, su antiguo vecino, y le cuenta sus aventuras desde que fue expulsado de España. En su relato, se deja ver como un hombre de gran patriotismo (“donde quiera que estamos lloramos por España”), que come jamón y bebe vino, que habla perfectamente el castellano, “sin tropezar nada en su lengua morisca”, que pide a Dios que lo haga aún mejor cristiano y que incluso justifica la orden de expulsión de los de su raza.
El profundizar en este personaje exigiría un espacio del que no disponemos, pero, de lo apuntado, ¿podemos concluir que Cervantes estaba a favor de la integración de los moriscos y no de su expulsión? . Podríamos pensar que sí, si no tuviéramos en cuenta otras dos obras, El Coloquio de los Perros y el Persiles, donde el autor despotrica contra los de esta raza, calificándolos como víboras, serpientes o “morisca canalla”.
Esta ambivalencia, estas posturas equívocas, al menos aparentemente, son susceptibles de varias interpretaciones y hacen aún más apasionante la profundización en la obra del genial autor alcalaíno.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de Abarán

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